La década de los 50 puede considerarse una época dorada para la fotografía y en concreto para la fotografía de moda. Surgieron figuras tan importantes como Richard Avedon, Jeanloup Sieff o Louise Dahl-Wolfe, de los que ya hemos hablado anteriormente en Mundo Limbo, pero no nos podemos olvidar, y de ahí este post, del gran Mark Shaw, que conquistó el mundo con sus portadas, con su delicadeza, con su blanco y negro y también por ser el fotógrafo oficial de los Kennedy.
El fotógrafo de moda
Parecía un miembro más de la familia. Paseaba a sus anchas por la Casa Blanca y no había evento, ni profesional ni personal, al que no estuviese invitado. Según cuentan, no se caracterizaba por ser muy alto. Era tan menudo que su presencia pasaba desapercibida y así los personajes se sentían cómodos en todo momento.
Mark Shaw también destacó en el mundo de la moda. Trabajó para la revista Life más de una década, y para Esquire y Harper`s Bazaar, entre otras publicaciones de renombre. Era el fotógrafo más demandado y por supuesto, también el más cotizado.
Sus comienzos
Durante la segunda Guerra Mundial se alistó en la armada estadounidense para grabar y fotografiar la ocupación de Pearl Harbor. Fue justo después cuando comenzó su prolífica carrera en Nueva York. Se casó con Geraldine Trotta, una periodista que trabajaba en la revista Mademoissella, que le abrió las puertas al éxito. Gracias a ella tuvo acceso a las celebrities y a los más importantes personajes de la época.
Hizo innumerables retratos a actrices, políticos y artistas como Pablo Picasso, Elizabeth Taylor, Grace Kelly, Yves Saint Laurent o Coco Chanel, entre otros. Ante su objetivo también posó muy cómoda la actriz Audry Hepburn, a quien puede verse durante el rodaje de Sabrina, incluso despeinada en algunos de sus retratos.
Lo más característico de sus fotografías es el movimiento. Parece que los tejidos tienen vida propia a pesar de que no recurría a los adornos ni a los grandes escenarios. Era sobrio en sus estilismos, elegante y armónico.
La depresión y el adiós
A causa de la muerte de J.F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, Mark Shaw entró en una profunda depresión que le impidió continuar fotografiando de por vida. Finalmente, Shaw murió en Nueva York en enero de 1969.