Este neoyorkino que nació en los años 20 es de sobra conocido por haber revolucionado la fotografía de moda, pero además, Richard Avedon destaca por ser un gran retratista.
Su historia como fotógrafo profesional comenzó en 1942 en la Marina Mercante. Se dedicó a hacer retratos a la tripulación con una Rolleiflex que le había regalado su padre justo antes de su partida.
Cuando acabó la II Guerra Mundial inició su carrera en el mundo de la moda en Harper’s Bazaar. Poco a poco, con el paso de los años, Richard Avedon logró ser director de fotografía y que su nombre tuviera una consideración importante dentro del sector.
Elegante y excéntrico
Esta época supuso un antes y un después en su carrera. Cruzó el Océano y llego a Europa con ideas renovadas que impulsaron un sector que se encontraba en decadencia a consecuencia de la Guerra. Fue en este momento cuando su trabajo obtuvo una enorme visibilidad y reconocimiento a nivel mundial.
Avedon era diferente a los demás, siempre elegante, pero un poco excéntrico, le gustaba realizar las sesiones en plena calle y darles un toque teatral. Así consiguió entrar en Vogue en 1966, poniendo fin a su exitosa carrera en Harper’s, donde estuvo dos décadas.
Fotografía social
Durante estos años retrató a muchas de las grandes figuras del momento. Ante él posaron Truman Capote, Marlon Brando (foto de portada), John Ford, Liz Taylor o Marilyn Monroe, entre muchos otros. Pero al mismo tiempo, Richard Avedon se interesaba por conocer la realidad de su tiempo fotografiando militares y víctimas de Guerra.
Uno de sus trabajos sociales más importantes lo comenzó en 1979 y lo tituló In the american west. Durante cinco años Richard Avedon recorrió todo el oeste de EEUU para mostrar cuál era la vida de sus gentes. Por un momento se olvidó de modelos, actores y actrices para acercarse a granjeros, presos, vagabundos, prostitutas y amas de casa. Este trabajo, aparentemente documental, Avedon logró hacerlo artístico, gracias a su sencillez. Todas son fotografías de gran formato, sin artificio y al aire libre en el más auténtico oeste americano.
Fondo blanco
Cada fotógrafo tiene su truco. Ya os contamos en Mundo Limbo que Philippe Halsman inventó el #jumpingStyle. El artista hacía saltar a todos los personajes que posaban para él para conseguir naturalidad en sus expresiones. En cambio, a Richard Avedon le gustaba hacer retratos sin adornos, ante un fondo blanco que resaltase la mirada, la expresión y el interior de cada persona. Además, para lograr que los retratados se relajasen y que fuesen ellos mismos ante la cámara, le gustaba conversar durante horas para ganarse su confianza.
Avedon dijo una vez que “un retrato no es una semejanza. En el mismo instante en que una emoción o un hecho se convierte en una fotografía deja de ser un hecho para pasar a ser una opinión. En una fotografía no existe la imprecisión. Todas las fotografías son precisas. Ninguna de ellas es la verdad”.
Vivía por y para su profesión, que era también su pasión. En 2004 Richard Avedon murió trabajando, en plena sesión fotográfica para The New Yorker.